Hay momentos en la crianza que nos enfrentan con nosotros mismos.
No son grandes momentos: suelen durar minutos, a veces segundos.
Pero tienen el poder de dejarnos sin aire.
Un grito.
Un llanto que sube rápido.
Un “¡no quiero!” que atraviesa la casa como un rayo eléctrico.
EL BERRINCHE
Ese instante que tantas veces creemos que habla de “mal comportamiento”, pero en realidad habla de otra cosa: habla de un niño intentando decir lo que todavía no sabe poner en palabras.
Y ahí, en ese punto donde se mezcla la frustración de ellos con la nuestra, aparece la oportunidad: mirar el berrinche como un pedido de ayuda.
Y pensamos que debemos saber que hacer, que somos los adultos... PERO LA REALIDAD es que nosotros quizá estamos aprendiendo aún a lidiar con nuestras emociones, y mientras tanto... tenemos que enseñarles y acompañarlos a ellos a hacerlo... ¿qué dificil no?
🌱 Los niños no hacen berrinches para manipular
Aunque a veces lo sintamos así (porque estamos cansadas, porque venimos de mil cosas, porque la paciencia no es infinita), la verdad es más simple y más humana:
👉 Un niño hace un berrinche cuando su emoción supera su capacidad de regularse.
No es un desafío.
No es un capricho.
No es falta de límites.
Es inmadurez neurológica.
Es necesidad de contención.
Es un cerebro que se siente desbordado.
🌿 Lo que necesitan en ese momento no es corrección: es presencia
Un berrinche no se “arregla” levantando la voz ni alejándose emocionalmente.
eso sería como tirar leña al fuego...
El fuego se apaga acompañando...
Se acompaña:
Con calma —la que podamos.
Con firmeza amorosa —la que tengamos.
Con la certeza de que no estamos premiando nada, sino enseñando lo que queremos que aprendan:
✔ cómo regular una emoción
✔ cómo transitar la frustración
✔ cómo sentirse seguros incluso cuando están desbordados
Porque la calma no se contagia mágicamente, pero se modela.
🌼 A veces lo que estalla es el cansancio, no la voluntad
Los niños hacen berrinches por cosas que desde nuestro mundo adulto parecen “pequeñas”.
No es por el vaso equivocado.
No es porque querían ponerse un zapato solos.
No es porque no querían salir del baño.
Es porque su mundo es pequeño, pero sus emociones son enormes.
Y necesitan nuestro tamaño emocional para sostenerlas.
🧡 Y nosotros también estamos aprendiendo
La crianza respetuosa no es perfecta.
Nadie acompaña con calma todos los días.
A veces contestamos mal, lloramos después o nos sentimos culpables.
Está bien.
Ser familia es un aprendizaje constante para todos: para ellos y para nosotras.
Y cuando miramos los berrinches con ojos más sensibles, algo cambia: dejamos de verlos como un enemigo y empezamos a verlos como una puerta.
Una puerta a la comprensión.
A la conexión.
Al vínculo que queremos construir.
🌙 Al final, un berrinche es eso: una emoción que pide un abrazo
Y cuando podemos dárselo —o cuando podemos intentarlo— estamos haciendo más que “calmar la situación”.
Estamos enseñando amor.
Estamos enseñando humanidad.
Estamos enseñando que, incluso en los momentos difíciles, seguimos siendo hogar.
Ojalá te sirva, ojalá que sea ese abrazo que muchas veces necesitamos para poder luego abrazarlos a ellos.
Y contenerlos
Gracias por leernos
Cami & Ser de Estudio kiwi
